Tomando en cuenta los aportes de diferentes investigadores como Lenneberg, 1967; Brown y
Frazer, 1964; Bateson, 1975; Stampe e Ingram, 1976; Einsenson, 1979; Bruner, 1976 y muchos
otros, aquí dividimos el desarrollo del lenguaje en dos etapas principales:
• Etapa Prelingüística• Etapa Lingüística
Cada una de estas etapas va marcando el
surgimiento de nuevas propiedades y cualidades fonéticas, sintácticas y semánticas a
medida que el niño crece, tal como describiremos a continuación.
1. Etapa pre-lingüística
Denominada también como la etapa
preverbal, comprende los primeros 10 a 12 meses de edad. Se caracteriza por la expresión
buco-fonatoria que de por sí apenas tiene un valor comunicativo. Otros la consideran como
la etapa del nivel fónico puro, debido a que el infante emite sólo sonidos
onomatopéyicos.
Durante esta etapa, que abarca el primer
año de vida, la comunicación que establece el niño con su medio (familia), especial y
particularmente con su madre, es de tipo afectivo y gestual. De allí que para estimularlo
lingüísticamente la madre deba utilizar, junto con el lenguaje afectivo y gestual, el
lenguaje verbal. La palabra debe acompañar siempre al gesto y a las actividades de la
madre con su hijo.
Esta etapa preverbal hasta hace poco
despertaba escaso interés de los especialistas, pero gracias a las investigaciones
actuales, hoy sabemos que tiene un valor relevante y trascendental en la configuración de
las bases del desarrollo lingüístico, puesto que tanto las expresiones vocales (sonidos
o grupo de sonidos de simple significación) como las expresiones verbales (sonidos, grupo
de sonidos, palabras aisladas, etc.) influyen de modo determinante en el desarrollo
posterior de la comunicación lingüística del niño.
Esta etapa comprende, a su vez, subetapas
o estadios con características particulares que van de acuerdo con la secuencia
cronológica del desarrollo integral del niño, las que pasamos describir:
a) Del nacimiento al mes y dos meses de edad
Desde que nace hasta más o menos, el
final, del primer mes, la única expresión que se oye del bebé es el llanto, que es la
primera manifestación sonora puramente mecánica o refleja y, como tal, indiferenciada en
cuanto al tono, sea cual fuere la razón de su estado.
Con el llanto, el bebé pone en
funcionamiento el aparato fonador, permitiéndole también la necesaria oxigenación de la
sangre y el establecimiento de la respiración normal.
Pasando este período, por lo general al
inicio del segundo mes, el llanto ya no es un fenómeno o manifestación mecánica e
indiferenciada, sino que el tono del sonido cambia con el contenido afectivo del dolor, el
hambre u otra molestia; es decir, la variación de la tonalidad está relacionada con el
estado de bienestar o malestar del bebé. Con, el llanto el bebé logra comunicar sus
necesidades al mundo que le rodea y, como se da cuenta de que gracias al llanto sus
necesidades son satisfechas, lo usará voluntariamente, ya no siendo entonces un mero
reflejo o sonido indiferenciado.
De esa manera el bebé va comunicándose
con su entorno próximo, especialmente con su madre, comprendiendo cada vez mejor lo que
ésta le comunica, aunque sea incapaz de expresarlo.
b) De tres a cuatro meses de edad
Al inicio del tercer mes el bebé produce
vagidos, sonidos guturales y vocálicos que duran de 15 a 20 segundos. Responde a sonidos
humanos mediante la sonrisa y, a veces, con arrullo o murmullo. Aquí la forma
característica del grito del bebé puede ser una llamada expresiva relacionada con alguna
necesidad, tal como el grito de incomodidad.
A esta edad ya distingue entre los
sonidos: /pa/, /ma/, /ba/, /ga/. Sus vocalizaciones ya pueden mostrar alegría; sus
manifestaciones de placer las expresa mediante consonantes guturales "ga.ga",
"gu.gu", "ja.ja", mientras que su displacer mediante consonantes
nasalizadas como "nga", "nga".
El bebé sabe distinguir, también, las
entonaciones afectivas, reaccionando con alegría, sorpresa o temor ante el tono de voz,
especialmente de sus padres.
A los tres meses aparece el balbuceo o
lalación, que consiste en la emisión de sonidos mediante redoblamiento de sílabas como
"ma...ma", "ta...ta" y otras.
El interés del niño por las personas,
así como su comunicación, que estaba limitada únicamente a lo afectivo durante el 2do.
y 3er. mes de vida, comienza a ampliarse hacia los objetos entre el 3er. y 4to. mes.
Piaget considera que al iniciar el 4to.
mes, el niño supera la etapa denominada de las reacciones circulares primarias,
que son características de los tres primeros meses de vida, en las que el objeto de sus
actividades estaba centrado y dirigido hacia su propio cuerpo, pasando a la siguiente
etapa de las reacciones circulares secundarias, en las que el objeto de sus
actividades ya no es su propio cuerpo sino algo externo a él (sonajero o cualquier otro
juguete). Paralelamente con esto el niño va tomando conciencia de que sus fonaciones,
gorgogeos, manoteos y ruidos guturales diversos producen efectos en su rededor y aprende a
comunicar algo a alguien.
De esa forma el niño va progresando y
aumentando sus vocalizaciones, las mismas que ya son cercanas a la palabra y, como tal,
van cargadas de intención comunicativa con la madre. Estos variados sonidos vocales y
fonaciones próximas a la palabra que el niño dirige a la madre, deben ser atendidos,
entendidos, interpretados y contestados por ella de manera reiterativa, estimulando y
propiciando así su desarrollo lingüístico.
Esto implica que la madre tiene en sus
manos la posibilidad de incrementar a su "gusto" el nivel de comunicación
verbal y afectiva con su niño, favoreciendo el desarrollo de su inteligencia, de su
lenguaje, de sus posibilidades de interacción social y la capacidad de expresión de sus
deseos y sentimientos propios. En esto el "toma y daca" en la
comunicación gestual, afectiva y verbal de la madre con su niño reviste una importancia
absolutamente decisiva en el desarrollo de todas sus potencialidades.
c) De cinco a seis meses de edad
El balbuceo o primer intento de
comunicación que apareció alrededor de los tres meses de edad, se extiende hasta el
octavo o noveno mes, progresando en el quinto y sexto mes hacia aquello que se denomina
"imitación de sonidos". Esto comienza en forma de autoimitaciones de los
sonidos que el mismo niño produce (reacción circular). Más tarde empieza a repetir
sonidos que el adulto u otro niño produce.
En esta edad se dan estructuras de
entonación claramente discernibles en ciertas vocalizaciones en las que pone énfasis y
emoción. Las primeras emisiones vocálicas son realizaciones fonéticas que aparecen en
el siguiente orden:
• /a/ y variantes próximas al fonema /e/, aunque antes suelen emitir sonidos similares a /oe/• Posteriormente aparece la /o/ y• Finalmente la /i/, /u/.
Los sonidos de las consonantes aparecen
posteriormente en el orden siguiente:
• Labiales : p (pa-pa)m (ma-ma)b (ba-ba)• Dentales : d (da-da)
t
(ta-ta)
• Velopalatales : g (ga-ga)
j (ja-ja)
Al respecto Jakobson (1974) sostiene que
la adquisición de los fonemas van desde los más contrastados, que son los que se
encuentran en todas las lenguas (universales fonológicos –oposición
consonante-vocal–), a fonemas menos contrastados, propios de cada lengua en
particular. Así, la /a/ es la primera vocal que se adquiere y la /i/, /u/ son las
últimas. Las primeras consonantes que aparecen son la /p/, la /m/ y la /b/, y las
últimas que se adquieren suelen ser las laterales /l/ y las vibrantes /r/.
De esta manera el niño al sexto mes
suele emitir los primeros elementos vocálicos y consonánticos, siendo un progreso
importante con respecto a los gritos y distintos sonidos laríngeos de los primeros meses
de vida. Posteriormente, a medida que el niño progresa, poco a poco irá sustituyendo la
comunicación gestual por el lenguaje verbal.
Aquí conviene enfatizar la máxima
importancia que tiene el lenguaje materno dirigido al niño durante la mitad del primer
año de vida, en el que no solamente conviene aumentar las vocalizaciones, gestos,
sonrisas y demás expresiones en el seno del hogar, sino que además la comunicación
verbal debe ser algo habitual entre los adultos y el niño.
d) De los siete a los ocho meses de edad
Hasta los 6 ó 7 meses el niño se
encuentra como "polarizado", vigilante y pendiente del adulto. Pero, el mismo
niño que inició el contacto con el adulto mediante señales de llamada (gestos), cambia
notablemente a partir de los 7 u 8 meses debido al desarrollo de sus habilidades motoras y
posturales, "abandonando" un poco al adulto, iniciando su autoafirmación,
basado en los logros que obtiene con su nueva capacidad exploratoria, tanto en su propio
cuerpo como en los elementos próximos a su entorno.
En estos meses, según Bateson (1975),
los intercambios vocales que se dan entre la madre y el niño tienen un carácter de
"protoconversación". Esto es de gran importancia, dado que permite afirmar y
mantener el contacto social entre dichos interlocutores y que, aunque no son intercambios
con contenidos significativos, la estructura del tiempo de los intercambios vocales y su
función, basada en los principios de sucesión y reciprocidad, parecen ser ya los de una
"verdadera conversación".
Bruner (1979) señala que entre los 7 y
10 meses el niño va pasando progresivamente de la "modalidad de demanda" a la
modalidad de intercambio y reciprocidad en las interacciones madre-niño. El dar y el
recibir objetos pronunciando el nombre de cada uno, mientras se miran a la cara madre e
hijo y miran conjuntamente el objeto, logra multiplicar y enriquecer la aptitud
lingüística y comunicativa del niño, constituyendo esta "conversación" un
buen ejercicio de entrenamiento para el habla, así como para su socialización naciente.
En esta edad el niño realiza múltiples
vocalizaciones espontáneas, tanto vocálicas como consonánticas y hasta sílabas y
diptongos. Estas vocalizaciones próximas a la palabra, son las que conducirán pronto al
niño a emitir sus primeras palabras. Aquí las vocalizaciones alternantes entre la madre
y niño, permitirán el acceso temprano al lenguaje.
e) De los nueve a los diez meses de edad
En esta subetapa puede que el niño
empiece realmente a decir palabras cortas, pero normalmente esto no es más que la
repetición de lo que dicen los demás, pues es todavía imitación. Aquí las respuestas
del niño son ajustes diferenciales entre la muestra y la expresión de los interlocutores
que entran en relación con él, mostrando de una manera patente la comprensión de
algunas palabras y/o expresiones aisladas.
En esta edad el niño manifiesta
comportamientos claramente intencionados y, por tanto, inteligentes. La incorporación de
los músculos accesorios del habla y de la masticación aumenta la destreza de la lengua y
de los labios, favoreciendo la vocalización articulada.
El niño muestra especial interés por
imitar gestos y sonidos y por comunicarse, lo cual le induce a aprender rápidamente el
lenguaje. Esto hace que se entregue a repeticiones espontáneas que suelen ser reforzadas
por los padres, quienes también imitan y repiten varias veces con él.
Estos hechos hacen que sus vocalizaciones
sean mucho más variadas, contando en su repertorio con tres a cinco palabras articuladas.
Pero, dado que el pequeño no dispone todavía de la aptitud necesaria para la expresión
oral, se ve obligado a simplificar el lenguaje adulto. Así por ejemplo, la expresión
"pa...a" del niño, señalando con su mano la panera, corresponde a la frase:
"Dame pan, mamá", la misma que irá superando progresivamente.
Por otro lado, cabe señalar que la
simbiosis afectiva madre-niño que se daba en forma dominante durante los primeros ocho
meses de vida, va disminuyendo gradualmente a partir de los nueve meses, permitiendo al
niño "ser" y conocerse como "uno entre otros". En esta edad es cuando
comienza entonces la conquista de sí mismo, de su "Yo", viéndose el niño en
la necesidad de aprender más rápidamente el lenguaje.
f) De los once a doce meses de edad
El niño de 11 meses cuenta en su
repertorio lingüístico con más de cinco palabras. En esta edad el niño emplea
idénticas palabras que el adulto, pero no les atribuye el mismo significado. Sin embargo,
a medida que va progresando en este proceso, los significados que va atribuyendo a las
palabras se van aproximando a los significados atribuidos por el adulto.
Estas simplificaciones del lenguaje
adulto que se observan en esta edad, según Stampe e Ingram (1976), se deben atribuir al
intento de reproducir las palabras del adulto y no a la imperfección de las percepciones
auditivas del niño. Tales simplificaciones pueden consistir en:
• Síntesis de un segmento o trozo del habla adulta: "caca" para decir: "mamá, dame bacín".• Sustitución: dice "topa" en vez de decir "sopa".Sustituye la fricativa /s/ por la oclusiva /t/, que es más fácil de articular.• Supresión: dice ".opa" en vez de "sopa".
De esta forma el niño se ve obligado a
simplificar el lenguaje adulto, sin que esto signifique que no comprenda, sino que su
capacidad expresiva es todavía bien limitada. Empero, según algunos especialistas, a los
11 ó 12 meses el niño suele articular ya sus primeras "palabras" de dos
sílabas directas: "mamá", "papá", "caca",
"tata", dando inicio a la siguiente etapa denominada lingüística o verbal,
sustituyendo progresivamente el lenguaje gestual y "superando" la
simplificación del lenguaje adulto a medida que va incrementando su léxico.
Con respecto a la aparición de la
"primera palabra", cabe aclarar que esto depende del momento en que los padres
lo identifiquen como tal y de lo que entienden por "palabra", ya que las
unidades de significación que el niño emplea se corresponden con segmentos del habla
adulta.
El niño de esta edad (un año) suele
ocupar el centro de la atención de la familia, cuyas acciones, gracias y ocurrencias
suelen ser festejadas y aplaudidas, reforzando la conducta, que tenderá a repetir una y
otra vez. Esto es bueno porque ayuda al niño a sentir y vivir su propia identidad.
Además, el intercambio gestual mímico y verbal de sus comunicaciones con el adulto,
acompañado de la conducta de "dar y tomar", permite el desarrollo mayor del
lenguaje.
2. Etapa lingüística
Este período se inicia con la expresión
de la primera palabra, a la que se le otorga una legítima importancia como el primer
anuncio del lenguaje cargado de un propósito de comunicación.
Sin embargo, no se puede decir con
precisión cuándo comienza, cuándo este anuncio del lenguaje se precisa y confirma,
cuándo se puede hablar de la "primera palabra". Por eso la fecha de su
aparición está diversamente fijada, ya que los estudios al respecto se basan mayormente
en las informaciones que dan las madres.
Hay que señalar, además, que las niñas
son las que empiezan a hablar un poco antes que los niños. Por otro lado, aparte del
sexo, tomando como referencia las peculiaridades individuales, un niño puede demorarse
más que otros en una etapa y pasar rápidamente por otra, condicionando la aparición de
la primera palabra en los niños en cronologías distintas.
No obstante, los diferentes especialistas
estiman que la mayoría de los niños que van a hablar, tal vez el 90 por ciento de ellos,
dicen sus primeras palabras para cuando tienen 15 a 18 meses, aunque esta afirmación no
es exacta o concluyente por las razones antes expuestas.
De allí que la etapa lingüística se
considera en forma un tanto amplia, desde aproximadamente el 12do. mes (un año de edad),
pasando el niño de las variadísimas emisiones fónicas del período prelingüístico a
la adquisición de fonemas propiamente dichos en el plano fonológico (articulaciones
fonemáticas), perfeccionándose también el aspecto semántico y sintáctico de las
palabras a medida que el niño crece.
Dentro del período lingüístico se
consideran las siguientes subetapas:
a) De los doce a los catorce meses de edad
Durante el primer año de vida el niño
ha ido estableciendo toda una red de comunicación gestual, vocal y verbal con la familia.
Las primeras expresiones vocales eran simples sonidos con una significación únicamente
expresiva. Las expresiones verbales, sin embargo, son sonidos o grupos de sonidos que ya
hacen referencia a algunas entidades del medio (objetos, personas, situaciones,
acontecimientos, etc.). Empero, esta secuencia de sonidos no forman todavía parte de la
lengua; pues, tanto las expresiones vocales como las verbales son formas de expresión
prelingüística.
A partir de los 12 meses (un año),
incluso desde los 11 meses, el niño comienza a producir secuencias de sonidos bastante
próximos a los elementos lexicales de la lengua adulta, o sea las palabras. Estas formas
verbales próximas a la palabra, van precedidas de producciones fónicas estables que
contienen elementos de significación, constituyendo estas emisiones un anticipo de la
capacidad del niño para utilizar un significante que comunique un significado.
De esta forma el niño comienza con el
desarrollo lexical, contando en su repertorio lingüístico 3 a 5 palabras (mamá, papá,
tata, caca, etc.). Empieza también a utilizar las formas fonéticamente convencionales de
la comunidad lingüística; sin embargo, aunque el niño de un año emplea idénticas
palabras que el adulto, todavía no le atribuye el mismo significado a las cosas, debido
precisamente a su escaso repertorio lexical.
Entre los 13 y 14 meses, el niño inicia la conocida
etapa "holofrástica" (palabra-frase), en la que emite frases de una sola
palabra o elementos con varios significados. Por ejemplo, la palabra "abe"
(abrir) lo utiliza para expresar diferentes acciones:
Abre : Abre la puertaAbre : Pela la naranjaAbre : Pon a un lado las cosas para ...
Por esta época, los primeros pasos de
comunicación verbal del niño se caracterizan por un incremento en la
"denominación", pues, ya sabe utilizar el nombre de las personas de la familia
y otros próximos a él, y cuando comienza su "conversación" emplea palabras
que sirven de reclamo o llamada: "¡mía, mía!" (mira, mira), etc.
A esta edad, la indicación o
señalización que apareció a los 10 meses ya va acompañada de la palabra que se refiere
al objeto. El niño dice palabras que designan bien el objeto de la acción, la acción
misma o la persona que ha de realizarla, aunque todo esto lo hace apoyándose todavía en
los gestos.
El niño comienza a comprender también
los calificativos que emplea el adulto (bueno, malo, agradable o desagradable). Igualmente
comprende la negación y la oposición del adulto, e incluso la interrogación como
actitud.
De este modo el niño desde los 12 meses
de edad inicia un largo y complejo proceso de desarrollo y, poco a poco, los significados
que atribuye a las palabras se van aproximando a los significados atribuidos por el
adulto. Pero, para que esto ocurra de una manera óptima, es importante que los padres
estimulen léxicamente al niño, tratando de asociar siempre en las
"conversaciones" el significado fónico (palabra hablada) con el significado
(objeto al que hace referencia la palabra), para que el niño asocie y fije la relación
en su cerebro.
En este proceso, es conveniente que los
adultos utilicen sustantivos, adjetivos y acciones que forman parte de la vida diaria del
niño. Esto, sin duda, contribuye de manera directa y eficaz al desarrollo del lenguaje,
de la inteligencia y demás áreas con las que este aprendizaje se relaciona.
b) De los quince a los dieciocho meses de edad
A los 15 ó 16 meses el niño se
encuentra en plena etapa holofrástica (palabra-frase). Dentro de su repertorio léxico
cuenta con 5 a 15 ó 20 palabras, y cada vez demostrará mayor incremento en su
vocabulario por medio de las inflexiones de su voz al querer identificar algo.
Einsenson sostiene que en esta etapa
surge el habla verdadera y señala que el niño utiliza palabras para producir
acontecimientos o llamar la atención de los demás.
En algunos niños bastante adelantados,
suele observarse el empleo de algunas frases con dos palabras, principalmente de objetos o
acciones, sin descartarse en ciertos casos, también, el uso de adjetivos (calificadores).
Sin embargo, antes de ser capaz de hacer combinaciones de dos palabras, frecuentemente
seguirá empleando una sola palabra para referirse a muchos objetos.
Esta extensión semántica en las
vocalizaciones infantiles le seguirá acompañando por largo tiempo. Pero a medida que
vaya incrementando su léxico y evolucionando su habla, irá reduciendo progresivamente
tal extensión semántica.
Desde los 16 ó 17 meses hasta los dos
años de edad, hará cada vez más frecuentemente el uso de combinaciones espontáneas de
varias palabras y frases, incrementando el caudal de palabras en su expresión.
A los 17 meses el niño extiende cada vez
más su repertorio lingüístico y comienza a hacer combinaciones de dos palabras. En esta
edad, la identificación y denominación de objetos, figuras y diferentes partes del
propio cuerpo, son ejercicios muy recomendables para el desarrollo del lenguaje verbal del
niño.
c) De los dieciocho a veinticuatro meses de edad
Entre los 18 y 24 meses, la mayoría de
los niños cuentan con un vocabulario mayor a 50 palabras, pasando a combinar 2 a 3
palabras en una frase, dándose inicio al habla "sintáctica"; es decir, el
niño comienza a articular palabras en frases y oraciones simples.
En sus expresiones verbales utilizan
sustantivos (nombres), verbos (acciones) y calificadores (adjetivos y adverbios).
Entre estas clases gramaticales suelen
establecer las siguientes relaciones:
• Entre dos nombres (o sustantivos):"Zapato papá" (poseedor y objeto poseído)"Sopa silla" (relación fortuita)• Entre nombre y verbo:"Abre puerta" (verbo y objeto)"Papá come" (sujeto y verbo)• Entre calificadores y adjetivos:"Bonita pelota" (calificador más nombre)"Más juego" (calificador más verbo)"Más bonita" (calificador más calificador)
Hacia los dos años el niño posee un
vocabulario aproximado de 300 palabras. En sus expresiones suele observarse, también, el
inicio de la utilización de los pronombres personales "Yo" y "Tú" y
el posesivo "Mi" y "Mío". Sus frases expresan intención y acción:
"hace lo que dice y dice lo que hace".
En esta edad surge la función simbólica en el niño y
termina el predominio de la inteligencia sensoriomotriz dando lugar a la inteligencia
representacional. Con la función simbólica el niño tiene la capacidad de representar
mentalmente las cosas y evocarlas sin necesidad de que éstas estén presentes.
Con la capacidad simbólica, los gestos y
las expresiones verbales del niño comienzan a referirse cada vez con mayor frecuencia a
realidades más abstractas, haciéndose más dominante en el lenguaje.
Los símbolos (significantes) vienen a
desempeñar un papel singular en el desarrollo posterior del niño, ya que éstos son los
que van a permitir construir los códigos sobre los cuales se configuran las bases de las
funciones superiores. Mediante estos códigos es que accedemos a las emociones, a las
realidades abstractas, al lenguaje y a convertir lo implícito en explícito.
Esta capacidad simbólica permite al
niño explorar e incrementar su lenguaje verbal, manifestando interés por escuchar
cuentos sobre sí mismo o sobre su familia, en los cuales va captando el sentido de las
palabras y oraciones de las narraciones que los padres le brindan.
d) De los dos a los tres años de edad
A los tres años se produce un incremento
rápido del vocabulario, incremento que es mucho mayor que lo que ocurrirá
posteriormente, llegando a tener un promedio de 896 palabras y a los tres años y medio
1222 palabras (Smith, 1980). El niño en sus expresiones verbales ya emplea verbos
auxiliares "haber" y "ser" y da cierta prevalencia al artículo
determinado. En el curso de esta edad comienza a utilizar las proposiciones y el niño ya
tiene un lenguaje comprensible, incluso para personas ajenas a la familia, manifestando un
dominio de la mayor parte de la gramática de su lengua materna (sintaxis), por lo que los
especialistas suelen denominarlo como el período de la "competencia
sintáctica".
e) De cuatro a los cinco años de edad
A los cuatro años de edad el niño
domina virtualmente la gramática, pero comienza a expresarse de acuerdo a un estilo
"retórico propio", tal como Einsenson señala.
El niño empieza a utilizar los pronombre
en el siguiente orden: Yo, Tú, Él, Ella, Nosotros-as, Ustedes; contando con un
vocabulario de 1,500 palabras y
a los cinco años, 2,300
palabras aproximadamente.
Entre los 4 ó 5 años, el niño suele
estar ya capacitado para responder a preguntas de comprensión referentes al
comportamiento social aprendido, dado que su lenguaje ya se extiende más allá de lo
inmediato. Esto se debe a la capacidad simbólica del niño y, como tal, puede evocar y
representarse mentalmente las cosas, acciones y situaciones, trascendiendo la realidad y
el presente.
Esa capacidad y la necesidad de
comunicarse, hacen posible un mayor y rápido desarrollo del lenguaje infantil,
facilitando también el desarrollo de la inteligencia.
f) De los seis a los siete años de edad
A esta edad se inicia la etapa escolar,
en la cual el niño manifiesta una madurez neuropsicológica para el aprendizaje y un
lenguaje cada vez más abstracto.
Debido al "dominio" del
lenguaje el niño puede percibir distintas unidades lingüísticas dentro de una lectura o
discurso, percibiéndolo como un todo.
El niño supera también el período
egocéntrico y su pensamiento se torna lógico-concreto. Ahora es capaz de tomar en cuenta
los comentarios y críticas de los demás con respecto a su persona, lo cual no ocurría
en edades anteriores. Esta capacidad de descentración hace que el niño tome
conciencia de sí mismo, asumiendo un autoconcepto y una autoimagen adecuada o inadecuada,
lo que influirá en su adaptación y desarrollo de personalidad.
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